Detuve mi taxi libre en un semáforo y a mi lado se detuvo también un Porsche descapotable manejado por un tipo que aparentaba mi misma edad (aunque mucho más guapo, cachas y bronceado que yo). A su lado, una rubia Playboy disfrutaba del paseo.
El tipo miró de reojo el escote de su acompañante y luego me miró a mí, con cierta chulería, y subió el volumen de su equipo de audio: ”Bad Romance”, de Lady Gaga. Yo también subí el volumen del mío: “Entre tu balcón y mi ventana”, de Zenet.
Se abrió el semáforo y el Porsche salió haciendo ruedas. Yo aceleré suave, mucho más lento que él, pero se le cerró el siguiente semáforo y el Porsche frenó y yo, que llegué poco después, volví a detenerme a su lado. Ahora el guapo y la Playboy discutían:
– No vuelvas a hacer eso, Charly. Como vuelvas a pegar ese acelerón, te juro que me bajo del coche y me cojo un taxi – dijo la Playboy.
Se abrió el semáforo y el Porsche volvió a salir echando ruedas. En el siguiente semáforo en rojo la Barbie se bajó dando un portazo y me mandó parar.
Subió a mi taxi:
– Al Encinar de los Reyes, por favor.
Accioné el taxímetro y antes de iniciar la marcha miré al del Porsche y le guiñé un ojo.
¿Moraleja? La que tú quieras.
Daniel Díaz es, según sus propias palabras taxista, o taxidermista (según la piel del viajante). Escritor a tiempo parcial y lector insaciable de espejos a jornada completa. Licenciado en Espejología del Profundismo por la Universidad Asfáltica de Madrid (UAM). Bufón y escaparatista de almas. Conduce un taxi desde donde observa la vida y vive en Madrid. Escribe en el blog Ni Libre Ni Ocupado. Síguelo en twitter @simpulso
Texto reproducido con permiso del autor.
Foto: Ni libre ni ocupado