Imagina que, meses después de separarte de tu mujer, te llega una denuncia falsa de malos tratos contra ella.
Imagina que se celebra el juicio por esos presuntos (y falsos) malos tratos y que lo pierdes aun sin pruebas concluyentes.
Imagina que la jueza te impone una pena de cárcel (que no cumples por carecer de antecedentes), así como una orden de alejamiento de 500 metros del domicilio de la demandante.
Imagina que la demandante vive en una céntrica y concurrida calle de Madrid.
Imagina que tú, el demandado, eres taxista de profesión.
Imagina que un día eres sorprendido por la demandante prestando un servicio, en tu taxi, a escasos 200 metros de su domicilio. Imagina que ésta avisa a la policía y que la policía intercepta tu taxi, con tus clientes dentro, y te detiene por vulnerar la orden de alejamiento.
Imagina tu impotencia.
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Nota: No hace falta que lo imagines. Escuché esta historia, ayer mismo, en boca del propio taxista demandado.
Daniel Díaz es, según sus propias palabras taxista, o taxidermista (según la piel del viajante). Escritor a tiempo parcial y lector insaciable de espejos a jornada completa. Licenciado en Espejología del Profundismo por la Universidad Asfáltica de Madrid (UAM). Bufón y escaparatista de almas. Conduce un taxi desde donde observa la vida y vive en Madrid. Escribe en el blog Ni Libre Ni Ocupado. Síguelo en twitter @simpulso
Este texto no es copyleft y ha sido reproducido únicamente con permiso del autor.
Foto: Ni libre ni ocupado