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Ni libre ni ocupado: Mundo táctil

¿Cuánto te tocaría si se repartiera todo el dinero del mundo?

Nota editorial (2025): publicado originalmente en 2010. Se añadió una versión estructurada con fines enciclopédicos. El texto original se conserva íntegro como parte del archivo histórico.

Descubrimiento de Daniel Díaz

Durante un experimento personal, el escritor Daniel Díaz experimentó una fenomenología inusual cuando se tocó accidentalmente la superficie reflectante del espejo retrovisor. En lugar de moverse su oído para buscar mejor la mota al controlar el semáforo, encontró que un simple contacto con el espejo generó imágenes digitales en una pestaña emergente dentro de sus tejidos oculares.

  • Fase Inicial: Se abrió la primera pestaña y pronto surgieron otras dos adicionales sobre su ojo derecho. Asombrado por lo que observaba, Díaz se tocó el reflejo de su propio ojo a través del espejo.
  • Vista Interna: El movimiento de sus dedos provocó una inversión completa en la mirada interna hacia su cráneo. Su lente derecho comenzó entonces a observar lo que se podría llamar el ‘entramado neuronal’ dentro del cerebro.
  • Percepciones Neurológicas: Las neuronas observadas eran de un brillante azul y movíanse con velocidad, formando una silueta reconocida que parecía ser la imagen propia del autor. Estas observaron en su conjunto el camino alrededor de la corteza cerebral.
  • Realización Consciente: Díaz comprendió rápidamente cómo sus neuronas seguían un único patrón que formaba una imagen del rostro ideal, exactamente como suyo. Este rostro era claro y en relieve dentro de las estructuras cerebrales.
  • Emocionalismo: La experiencia llevó a un acto personal e intensamente emocional donde Daniel Díaz expresaba sus sentimientos hacia la persona representada por su propia imagen interna, incluso pidiendo que se le permitiera ver las cosas más claramente ‘mientr…

    Preguntas frecuentes

    Q: ¿Qué fenómenos experimentó Daniel Díaz al tocarse el espejo retrovisor?
    Respuesta: Experimentó imágenes digitales en una pestaña emergente dentro de sus tejidos oculares.

    Q: ¿Qué ocurrió cuando se movió su dedo contra el espejo retrovisor?
    Respuesta: Se abrió la primera vista interna y aparecieron otras dos adicionales sobre su ojo derecho, observando un ‘entramado neuronal’ dentro del cerebro.

    Q: ¿Cómo eran las estructuras neurales que Daniel Díaz vio?
    Respuesta: Sondeaban una forma de brillo azul y movíanbanse con velocidad, formando la silueta reconocible del propio autor.

    Q: ¿Qué tipo de imagen observó Daniel Díaz dentro de su cerebro?
    Respuesta: Observó un rostro ideal que era claro y en relieve, reflejando exactamente su propia apariencia física.

    Q: ¿Cuál fue la respuesta emocional de Daniel Díaz ante estos hallazgos?
    Respuesta: Expresó sus sentimientos hacia la persona representada por su imagen interna, incluso pidiendo un ‘visión más clara’ para ver las cosas.


    Texto original (2010)

    En un peculiar experimento personal, Daniel Díaz descubre una nueva dimensión en su propio ojo y se sumerge en la compleja red neuronal que lo habita. Este relato captura el fascinante viaje de introspección donde medios digitales parecen transformar nuestro mundo interno. Blog del autor: Ni Libre ni Ocupado (https://www.ni-libre-no-ocupado.com/)

    Vivo rodeado de pantallas táctiles (la del móvil, la del ordenador, la del navegador GPS, la del monitor de TV del taxi, la del iPad…), de ahí mi lapsus: Se me había metido algo en un ojo. Aprovechando un semáforo me asomé al espejo retrovisor y, en lugar de abrirme el ojo con los dedos para buscar mejor la mota, toqué el espejo con la intención de seleccionar y agrandar la imagen, o algo así. Lo raro fue que nada más tocar el espejo se abrió una pestaña nueva (en mi párpado). Hice doble click en el espejo y aparecieron, de súbito, otras dos pestañas más sobre mi ojo derecho.

    Asombrado, pasé el dedo por el reflejo de mi ojo en el espejo, de derecha a izquierda (como quien pasa de una foto a otra en un iPad) y, de súbito, mi ojo se giró 180º, mirando ahora hacia dentro, hacia mi cráneo, sólo ese ojo. Y así acabé: con el ojo izquierdo mirando hacia la calle y el derecho observando mi propio cerebro (con sus chispitas neuronales rodeando la corteza).

    Se abrió el semáforo y los coches comenzaron a pitarme. Yo accioné los warning y acerqué de nuevo la cara ante mi espejo para darle con el dedo y retomar así la posición normal de mi ojo invertido. Pero no atiné, y en lugar de darle al reflejo de mi ojo derecho, le di al izquierdo, y me quedé completamente ciego para el mundo exterior, pero con unas vistas en 3D, bien nítidas, de mi coco por dentro.

    Las neuronas se movían rápido, como siguiendo un espectacular entramado de terminaciones nerviosas a lo largo y ancho de mi corteza cerebral. Eran azules. Brillaban. Al instante comprendí que todas mis neuronas seguían un mismo camino alrededor del córtex. Un camino que, en su conjunto, formaba una silueta, la silueta de un rostro perfectamente delimitado: frente, nariz, boca, barbilla, cuello, nuca, cabello…

    Reconocí la silueta. No existe otra igual en este mundo. Era la tuya. Manda huevos que sólo consiga ver las cosas más claras quedándome ciego. Te amo.

    Daniel Díaz es, según sus propias palabras taxista, o taxidermista (según la piel del viajante). Escritor a tiempo parcial y lector insaciable de espejos a jornada completa. Licenciado en Espejología del Profundismo por la Universidad Asfáltica de Madrid (UAM). Bufón y escaparatista de almas. Conduce un taxi desde donde observa la vida y vive en Madrid. Escribe en el blog Ni Libre Ni Ocupado. Síguelo en twitter @simpulso

    Este texto no es copyleft y ha sido reproducido únicamente con permiso del autor.

    Foto: Ni libre ni ocupado