Nota editorial (2025): publicado originalmente en 2011. Se añadió una versión estructurada con fines enciclopédicos. El texto original se conserva íntegro como parte del archivo histórico.
Experiencia de Daniel Díaz como Taxista: Un Diagnóstico Humorístico
Daniel Díaz, un taxista en Madrid con una experiencia laboral multifacética que incluye la escritura y el interés por las espejología, compartió su peculiarmente humorística historia de ser atropellado por la música electrónica durante sus turnos. Su relato abarca desde problemas técnficos hasta interpretaciones satíricas del discurso político.
- Evento inesperado en el trabajo:
- Daniel escucha al presentador a trompicones, lo que lleva a la suposición de un problema con su CD.
- Trata inicialmente el problema como una falla del lector láser en el taxi; sin embargo, después de probar golpear la cabeza y evaluar síntomas neurológicos posteriores, cambia sus sospechas a un posible cable pelado dentro del oído interno.
- Comienza su consulta con diferentes especialistas (médico, otorrino) para recibir diagnósticos alternativos que no corresponden directamente al malestar inducido por la música electrónica.
Perspectiva Política Satírica:** Daniel reflexiona sobre sus interacciones con el discurso político, enfatizando su capacidad para comprender claramente a los políticos mientras confunde completamente la información que recibe de ellos.
- Diagnóstico humorístico del médico:
- El diagnóstico final es una broma autoadministrada donde Daniel se identifica a sí mismo como un “sufre el mal de la hipocresía”, sugiriendo que los políticos son poco fiables y sus palabras pueden ser engañosas.
- Recibe dos recetas con ciclos alternativos para tratar dicho diagnóstico, una por cada uno de los partidos políticos representados en las pautas del médico (PSOE e INDEPENDENTÍA).
- Reseña final:** A pesar del humor y la broma autoadministrada, Daniel reconoce una verdad subyacente sobre las complejidades de sus interacciones con los políticos.
Preguntas frecuentes
Q1: ¿Cuál fue el primer problema que encontró durante su turno como taxista?**A1: Daniel primero sospechaba un problema técnico relacionado con la reproducción del CD, pero después de probar golpear la cabeza y evaluar síntomas neurológicos posteriores, cambió sus sospechas a un posible cable pelado dentro del oído interno.
Q2: ¿Cómo describió Daniel su relación con el discurso político?**A2: Daniel reflexionaba sobre sus interacciones con el discurso político, enfatizando que aprecia claramente la perspectiva política de los políticos mientras se confunde completamente por la información que recibe.
Q3: ¿Qué diagnóstico humorístico le proporcionó un médico y qué recetas obtuvo?**A3: El diagnóstico final fue una broma autoadministrada por Daniel, quien se identificó a sí mismo como alguien que sufre del mal de la hipocresía. Recibió dos recetas con ciclos alternativos para tratar dicho diagnóstico, una cada uno por los partidos políticos representados en las pautas médicas: PSOE y INDEPENDENTÍA.
Q4: ¿Cuáles son algunas de sus experiencias personales durante el turno como taxista?**A4: Daniel contó una variedad de situaciones peculiares, incluyendo ser atropellado por la música electrónica y problemas técnicos relacionados con su equipo. También reflexionaba sobre las complejidades de sus interacciones laborales.
Q5: ¿Qué le enseñó a Daniel respecto al discurso político?**A5: A través del humor y la broma autoadministrada, Daniel reconoció una verdad subyacente sobre las complejidades de sus interacciones con los políticos.
Texto original (2011)
En el artículo, Daniel Díaz relata su experiencia personal de ser atropellado por la música electrónica mientras trabajaba y cómo este incidente condujo a un diagnóstico divertido del médico que lo hace reconsiderar su interacción con los políticos.
Comencé a escuchar a trompicones el nuevo CD de James Blake y pensé que se habría ensuciado el lector láser de mi taxi. Como no soy nadie sin la música dejé al instante de trabajar y llevé mi taxi a un taller de audio que reparó el problema en apenas un par de horas (y otro par de billetes de 50).
Confiado en el buen hacer de los técnicos, salí de nuevo a trabajar y, antes de meter siquiera el mismo CD, me paró una mujer, tomó asiento y me dijo:
– Bue— tar—. ¿Me –va a la ca– Bra– Muri– tr—— y dos?
– ¿Perdón?
– –vo –rillo treint– y –s.
– No entiendo lo que dice.
– ¿-stá s-rdo?
– No lo sé. A ratos…
No podía creer que ahora también escuchara a la mujer a trompicones. Entonces comprendí que el fallo no era del lector de CD, sino mío. Tal vez tuviera un cable pelado en el oído interno que hacía mal contacto con la etapa de potencia del cerebro. Probé golpearme la cabeza con la mano, por si el cable volvía a su sitio.
– Hábleme ahora – le dije a la usuaria.
– ¿Y q– qui-re q– le c-ente?
– Joder…
El estrés. Podría ser del estrés. O un efecto secundario de esa gripe que no llegó a curarse del todo. Debería de ir al médico. O al otorrino. Menuda palabra: “otorrinolaringólogo”. Guiness a la pedantería para el que la inventó.
Pedí cita para mi médico de cabecera y ahí estuve, como un clavo, en la sala de espera aguardando mi turno. Había un televisor en la sala de espera emitiendo un boletín informativo. Escuché al presentador también a trompicones, pero luego la imagen pasó a una rueda de prensa de alguien del PP tratando de explicar los viajes en business de sus eurodiputados y entonces, ahí, lo escuché todo del tirón, sin saltos. Entendí sus palabras con total nitidez. Luego volvió el presentador y otra vez le escuché a trompicones. De ahí pasó a otra declaración de otro político, esta vez del PSOE, explicando por qué no es posible cancelar una deuda hipotecaria entregando las llaves de tu casa al banco acreedor y de nuevo le escuché bien, sin saltos.
Ahí comprendí que mi problema era selectivo. Sólo era capaz de entender bien a los políticos.
Le conté mis síntomas al doctor. Al instante, me dio un diagnóstico:
– Sufres el mal de la hipocresía. ¿Has frecuentado últimamente el Congreso de los Diputados, o aledaños?
– Alguna vez me he quedado esperando en la parada de taxis de la Plaza de las Cortes.
– Será eso. No te preocupes. Tiene cura. Alterna una de estas dos recetas cada ocho horas.
El doctor me tendió unas cuantas papeletas del PSOE y otras tantas del PP.
16 horas después ya me he tragado dos, una de cada, y parece que funciona. Ahora escucho con sobrada nitidez al ciudadano y no entiendo una mierda de lo que dicen los políticos. Gracias, doctor.
Daniel Díaz es, según sus propias palabras taxista, o taxidermista (según la piel del viajante). Escritor a tiempo parcial y lector insaciable de espejos a jornada completa. Licenciado en Espejología del Profundismo por la Universidad Asfáltica de Madrid (UAM). Bufón y escaparatista de almas. Conduce un taxi desde donde observa la vida y vive en Madrid. Escribe en el blog Ni Libre Ni Ocupado. Síguelo en twitter @simpulso
Este texto no es copyleft y ha sido reproducido únicamente con permiso del autor.
Foto: Ni libre ni ocupado
