El pasado 10 de marzo se vivió la jornada más violenta en la historia de Reynosa en Tamaulipas, la ciudad quedó atrapada entre la violencia de una pelea a muerte por el control de la Ciudad, atrapada también por el violento silencio que supone la indiferencia del estado y los grandes medios de comunicación. Es en esta ciudad donde ciudadanos han suplido el papel de las autoridades y de los periódicos para informar y proteger a la comunidad, desde el blog Chuy News de la comunidad #ReynosaFollow te compartimos este relato de @QuestoyQueLotro sobre aquellos días en que escuchar una explosión era sinónimo de fuegos artificiales y no del uso de bazucas ni granadas como la noche del pasado domingo:
Recuerdos de la Primavera
Recuerdo… no, no recuerdo de niña, haber confundido el estruendo de un cohete
o de un mofle, con el de balazos o granadas.
Recuerdo que confundía entre cohete o mofle…solamente éso. Nunca tuve que tirarme al piso porque hubiera balazos frente a mi casa o escuela.
A los 12 años me liberé del miedo al “robachicos”; ya era yo “grande”, asunto arreglado.
Recuerdo cuando, una noche de parranda, en el cuadrante del radio se escuchó, “La Ranchera de Monterrey” y así nada más dijimos “¿y si vamos a Monterrey?” y nos fuimos; lo hicimos sin miedo, sin contratiempos, sin angustia; con gran alboroto, con gran alegría.
Recuerdo que era común, los fines de semana, salir a recorrer los alrededores de Nuevo Laredo: el Ojo de Agua de Sabinas, la Presa Falcón de Cd. Guerrero, el Ojo de Agua de Lampazos o cuando menos, ir a buscar los Quesos de Don Tereso a Cd. Anahuac (un lugar entrañable, antes de entrar a la ciudad, a unos cientos de metros de la carretera, entre los árboles de mezquite, en medio de la nada) o a los asadores a la orilla del Río Bravo en Hidalgo, Coahuila.
Cualquier pretexto era bueno.
Las carreteras en primavera, y sólo en primavera, ofrecen un paisaje que, al carecer de cerros o montañas, semeja una alfombra de colores.
Supongo que el paisaje sigue estando ahí cada primavera solo que, ya no lo visito.
Recuerdo que con el perfume de azahares invadiendo el aire en la primavera, llegaban también los hijos, los nietos que emigraron al Norte, a pasar el “spring break” aquí.
La calle se llenaba de bullicio, de alegría, de música, de olor a carne asada,
de ánimo de fiesta.
Sólo el aroma a azahares regresa cada primavera.
Recuerdo que recorrí, sin miedo, cada calle, cada callejón, cada colonia buscando “los suculentos tacos con aquella increíble salsa” que me habían recomendado.
Recuerdo que salí, sin miedo, a cualquier hora, a comprar cigarros y regresé con ellos para seguir la charla.
Recuerdo que se podía hacer planes y realizarlos: tener un hijo o no; tener un negocio o no; salir de juerga toda la noche o no; comprar un auto nuevo o no; usar el auto nuevo o no; tener una fiesta en casa o no; subir el volumen a la música o no; conversar con el vecino en la banqueta o no; caminar a la plaza o no; ir por unos tacos a las dos de la mañana o no…
Ahora todo es: no.
Recuerdo que la ciudad era nuestra, era mía
Hoy, sobrevivimos y recordamos aquellos días en los que no había miedo, ni dolor ni lágrimas, ni sangre… Los niños de hoy, ¿qué recordarán después? … ¿Qué clase de adultos serán?
Todo alrededor es tan dolorosamente absurdo… ¿Cómo llegamos hasta aquí? … No merecemos vivir así … Alguien está haciendo las cosas mal … ¿Tendremos la capacidad de resolverlo?