La Basílica de Guadalupe es el santuario católico más visitado a nivel mundial, 20 millones de peregrinos acuden anualmente a implorarle milagros a la Morenita del Tepeyac, cifra que supera incluso a la Plaza de San Pedro.
Para el Estado Vaticano no ha pasado desapercibido este millonario detalle, particularmente durante el pontificado del Papa Juan Pablo II, que hizo de México “su segundo hogar” y aceleró el proceso de beatificación de Juan Diego.
Incluso después de su fallecimiento, las reliquias del Papa viajero llegaron a México antes que a cualquier otro país, precisamente para ser exhibidos en la Joya de la Corona, la Basílica de Guadalupe. No es de sorprender que las autoridades eclesiásticas atraviesen un transe místico y quieran que su recorrido por las 92 arquidiócesis del país sea la oportunidad para recuperar la fe de la nación en la iglesia católica.
Pero en tan celestial celebración intervino la activista Julia Klug que les recordó unos pequeños detalles, vestida de Papa acusó al beato Juan Pablo II de defender a pederastas y dictadores. La protesta se llevó a cabo en la Plaza de la Constitución, un sitio público donde los ciudadanos pueden expresarse libremente.
Sin embargo, el vocero de la Arquidiócesis de México, Hugo Valdemar arremetió contra Klug y las autoridades capitalinas a quienes acusó de respaldar a la activista y faltar al respeto a los mexicanos que profesan la religión católica al permitir que ella ofendiera las reliquias que se exhiben en la Catedral.
Entre todo esto, Julia Klug acusó al Obispo de la Ciudad de México, Norberto Ribera Carrera de haberla atropellado, incidente que dejó lesiones en la columna vertebral, además de estar coludido en la muerte de su hijo, quien era piloto de la Fuerza Aérea Mexicana.
“La fe obra milagros”, sólo que en este caso las intenciones del las autoridades eclesiásticas a nivel nacional e internacional, parecen dirigirse a otros fines que no son precisamente la caridad y el amor al prójimo.