Hace unos días una agencia de recursos humanos publicaba una oferta de empleo de ascensorista en la ciudad de Madrid. La noticia fue una sorpresa porque pensábamos que la profesión de ascensorista había desaparecido.
Luis Ignacio Hojas Hojas, Universidad Politécnica de Madrid (UPM) y Jorge Rafael González Teodoro, Universidad de Extremadura
Desde la Primera Revolución Industrial a mediados del siglo XVIII, coexisten procesos sociales y avances tecnológicos que podrían afectar o, incluso, hacer desaparecer ciertos gremios.
Actualmente, estamos adentrándonos en la Cuarta Revolución Industrial con la aparición de los sistemas autónomos utilizados ya no solo en fábricas, sino también en los medios de transporte.
Desde la anterior revolución industrial, con la automatización de los sistemas, han ido desapareciendo algunas profesiones como la de ascensorista. De ahí que una oferta profesional en este campo pueda considerarse una rareza.
Ciertas profesiones permiten una estrecha relación humana, pero la revolución tecnológica va a hacer que tratemos cada vez más con sistemas informáticos. El ascensor es un buen ejemplo. La manipulación del ascensor era una tarea delicada desde su introducción a finales del siglo XIX hasta los años 20 del XX. A partir de entonces fue simplificándose hasta los niveles elementales que presenta en la actualidad.
Hoy podemos gestionar el ascensor incluso con el teléfono móvil, pero aún existe la actividad en ciertas organizaciones por motivos de prestigio y con unos servicios de control y seguridad. La tarea fundamental que se pide a un ascensorista es que humanice la relación con el usuario.
Los humanos, seres sociales
Este ejemplo de los ascensoristas nos permite plantear los cambios que se van a producir en otros empleos como consecuencia del imparable avance de la inteligencia artificial y la robótica.
Los sistemas son fiables, documentan todos los procesos y además permiten una buena optimización de las actividades. Pero las personas necesitamos, por una parte, el contacto humano y, por otra, una relación de pertenencia a un colectivo.
La eficiencia está determinada por los sistemas automatizados, pero nos gusta crear y mantener vínculos con otras personas. Por eso, muchos empleos van a ser reconducidos a proporcionar esas relaciones humanas.
Habrá ascensoristas en el futuro, habrá conductores y habrá personas respondiendo en los call center. En general, las habrá en muchos trabajos porque los humanos preferimos tratar con otros seres humanos. Los estudios sobre las potenciales profesiones del futuro reflejan un panorama optimista para los trabajadores de carne y hueso.
Así, los criterios para las viejas-nuevas profesiones van a estar determinados por la relación entre humanidad y productividad. Esta última constituye un factor crítico en la sociedad actual y está relacionada con la optimización de los recursos y, por tanto, con la sostenibilidad.
La productividad se va a asociar a los sistemas basados en datos e inteligencia artificial. Por ejemplo, los vehículos automatizados van a proporcionar aumentos muy importantes en productividad. No obstante, los conductores tienen un amplio abanico de posibilidades de empleo porque muchas personas preferirán tratar con otras personas en lugar de con robots.
El caso de los coches autónomos
Los nuevos sistemas aportan una información muy valiosa de nuestro comportamiento que permite mejoras continuas en los servicios. Gracias a ella, las máquinas van a optimizar los procesos de forma muy eficiente. Además, no toman decisiones emocionales o irracionales como las personas.
Por ejemplo, un vehículo autónomo no tienen ningún problema en optimizar la velocidad al flujo de la vía, mantener las distancias de seguridad en todo momento, ceder el paso si de esa forma se optimiza la fluidez de la circulación, etc.
En algunos lugares se puede observar el tráfico desde puentes peatonales que cruzan la autopista. Si nos asomásemos, podríamos analizar los distintos patrones de circulación en función de la fluidez del tráfico y cómo cambia el comportamiento de los conductores al incrementarse la circulación.
En general, cuando el tráfico aumenta y se reduce la velocidad, hay más pequeñas infracciones, se nota la tensión en los conductores, se acortan las distancias de seguridad, se cambia de carril con frecuencia y se percibe una conducción más agresiva en general. La consecuencia para la circulación es una reducción rápida de la velocidad media en la carretera.
Las implicaciones de los vehículos autónomos y su aceptación social son algunos de los temas que trataremos en una conferencia sobre tecnologías emergentes en la ingeniería civil que celebraremos en mayo en la Universidad Politécnica de Madrid.
Los vehículos autónomos tendrían muchos menos incidentes que los conductores humanos. Además, se podría verificar el funcionamiento del sistema después de un posible accidente al utilizar las cajas negras vehiculares.
Para los humanos, conducir es una actividad que tiene muchos componentes psicológicos complejos fruto del cansancio, la situación en el vehículo o las propias características personales.
Cuando se produce un accidente, en muchos casos el problema es que no sabemos quién ha vulnerado las normas de circulación. Las versiones de los implicados suelen servir para muy poco porque son contradictorias y no siempre es fácil encontrar testigos o sistemas que hayan grabado el suceso. En este marco, los robots y vehículos autónomos van a proporcionar seguridad e información fehaciente de lo que ha ocurrido en un siniestro.
Pero no podemos dejar atrás el factor humano. La adaptación psicológica de los usuarios es una tarea muy importante y el elemento clave para que nuestra sociedad sea pionera o colista en la implantación de los nuevos sistemas.
Por este motivo, creemos que es interesante abrir debates y conocer la postura de la ciudadanía ante diferentes cuestiones. Con este objetivo hemos elaborado una encuesta (en la que le invitamos a participar) para preguntar por los sentimientos que generan ciertas actividades de los vehículos autónomos o si deben los coches inteligentes indicar claramente que son sistemas automáticos, entre otras cosas.
Los resultados nos servirán para conocer mejor las diferentes opiniones sobre estos sistemas. La transformación de la sociedad comienza con la transformación de nuestra visión de la realidad.
Luis Ignacio Hojas Hojas, Profesor Titular. Área Tecnologías del Medio Ambiente, Universidad Politécnica de Madrid (UPM) y Jorge Rafael González Teodoro, Doctorando en el departamento de Ingeniería Eléctrica y Electrónica de la Universidad de Extremadura, Universidad de Extremadura
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.