Gregorio Jimenez, autodidacta, comprometido, valiente, luchador…. es quizás el representante de todos los periodistas vulnerables ante los poderes que surgieron con la guerra oculta en México, esa guerra que ha creado monstruos que ante cualquier voz incómoda se sienten con el poder de decidir por la vida de las demás personas. Ya no son grandes funcionarios, ahora cualquier edil, cualquier policía municipal o gobernador en medio de la impunidad se siente intocable y con el poder de matar a las palabras.
Duele Goyo, aunque nunca lo conocí tengo amigos periodistas como el, que se van formando en la calle, que van juntando cada semana para comprarse una cámara, un mini lap. Que sienten que deben hacer algo ante la descomposición de sus comunidades.
Quizá Goyo no alcanzaba a entender como su pequeña y hermosa Villa se había convertido de pronto en un centro de tráfico de personas. Quizá no le pareció que las calles donde jugó de niño, donde quizá ya no pueden jugar sus hijos de pronto se llenaba de camionetas de fuera, de hombres armados. Quizá simplemente se sintió con la obligación de denunciarlo porque alguien tenía que hacerlo.
En Goyo y su historia veo y recuerdo los mensajes de los colegas de Reynosa que me decían “nos están dejando a nuestra suerte”. ¿Cuántos blogueros, tuiteros y periodistas asesinados se quedaron esperando una respuesta. Goyo ha desatado una solidaridad que no se había visto antes. Porque ya el gremio está cansado, porque ya nadie cree en los motivos personales como causales de desapariciones y asesinatos. Porque las fiscalías no sirven para nada. Porque ha sido demasiada la burla a la vida de perosnas honorables como Goyo que no tenían por qué tener ese destino.
Que brille en Goyo la luz perpetua y que este domingo se llenen las calles, que vayan todos al Ángel porque Goyo debe ser el último. Porque ya fue suficiente. Porque es momento de simplemente tener paz.
Hasta que haya justicia. Por Goyo.
YA BASTA
Nos vemos en el Ángel de la independencia el domingo al mediodía, pasa la voz.