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Caso cablegate: Filtraciones filtradas

De gran valor periodístico pero relativo valor estratégico, los cientos de miles de cables diplomáticos estadounidenses filtrados por Wikileaks este fin de semana, sacudieron la modorra del mundo entero.

La filtración en sí misma es la gran noticia, el impacto más relevante y el foco de la atención.

Eso porque ninguno de los cables pasa de la categoría de “clasificado”, no se dieron a conocer los calificados como “top secret” o aquellos cables cursados a la Casa Blanca, el Pentágono u oficinas clave como el Homeland Security, CIA y FBI.

Por eso, salvo la revelación de cómo los estados árabes ven en Irán una amenaza a la que quieren suprimir, o que China juega al doble discurso en la península de Corea reforzando su cercanía a Pyongyang y alentando el crecimiento económico de Seúl, no nos enteramos de mucho más que “gossip” diplomático.

Está más que claro que todos vendemos los titulares de cómo Hillary quiere saber si Cristina Fernández toma antidepresivos o ansiolíticos, si Evo Morales tenía un tumor en la nariz, si Rodríguez Zapatero es visto como un líder irrelevante, si Sarkozy es un “petiso machista” o Berlusconi un jefe de gobierno al que le gusta más una fiesta de noche con Viagra y amigas que una cumbre del G8.

Pero nada que cambie el mundo.

Personalmente me resulta bien interesante ver cómo el gobierno de Estados Unidos se rasga las vestiduras calificando la filtración como un “ataque a la comunidad internacional”. Un “robo” que “pone en peligro la seguridad mundial”.

Desde los ataques de setiembre de 2001 en EEUU y la creación del Homeland Security, se redefinieron los roles de las agencias de inteligencia en ese país.

De todas, empezando por la central de inteligencia (CIA) la inteligencia militar y la inteligencia doméstica.

Bajo la llamada Ley Patriótica o Patriot Act firmada por George Bush y aprobada por el Congreso el 26 de octubre de 2001, las agencias de inteligencia pueden monitorear casi cualquier comunicación telefónica, controlar las comunicaciones a través de Internet, recopilar informes médicos, registros financieros y hasta regular cualquier tipo de transacción financiera de individuos o empresas nacionales o extranjeras. (Eso va desde comprar algo sospechoso a través de E-Bay, hasta complejas prácticas de lavado de activos).

La dramática reducción de los derechos y libertades individuales en nombre la seguridad nacional no es ninguna novedad y el mundo parece haberse acostumbrado a vivir bajo un estado de sospecha permanente.

Claro que la transparencia de los gobiernos que tienen esas herramientas en su poder es inexistente y el secretismo junto con la arbitrariedad es la norma que impera.

Ahora alguien le interceptó los mails a cientos de cónsules y embajadores.

Ahora la propia comunidad de inteligencia, que revisa, recopila, archiva y analiza las comunicaciones de medio mundo, ve como le revisan, le recopilan y le analizan y difunden sus propias comunicaciones.

Nos enteramos que piden informes sobre qué presidente toma ansiolíticos en el mundo o cómo, cuándo, dónde y para qué usan sus tarjetas de crédito los personajes clave de las Naciones Unidas.

Nadie nos dice, por otro lado, para qué se usa esa información o quién es que la maneja.

Detrás de Wikileaks está la mano que suelta los archivos. Esa suerte de garganta profunda 2.0 que conjuga el verbo exponer con maestría.

Yo no apostaría por paladines de la libertad de prensa, ni de expresión ni por los más celosos activistas por el derecho a la información.

Yo apostaría por las propias agencias de inteligencia que, con acciones como estas, exponen lo vulnerables que son otras con las que compiten por ver cuál expone a cuál primero.

Por eso, no vamos a encontrar en los cables diplomáticos más que “careless whispers”. Que nadie espere que se revele el paradero de Bin Laden.

Publicado originalmente en Montevideo Portal

Martín Sarthou, periodista uruguayo, escribe en Montevideo Portal y en el blog todo lo que quieras. ¡Síguelo también en Twitter @msarthou !

Imagen: Montevideo Portal

Atención. Este post no está bajo licencia creative commons. Se publica solamente con permiso del autor y de Montevideo Portal, respectivamente.