“Estamos valorando si llevar a su padre a la UCI. Tiene 72 años: ¿cómo es su forma de vida? ¿Tiene una vida útil? ¿Hace algo productivo?”
Esta fue la llamada que recibió la familia de Susana, de 40 años, cuando su padre ingresó en un hospital de la Comunidad de Madrid a mediados del mes de marzo, debido a una neumonía bilateral causada por COVID-19. Pasó más de noventa días en la UCI. Como Susana, muchos otros familiares de personas mayores enfermas han sufrido pensando si sus mayores recibirían el tratamiento médico que merecen.
A nivel mundial, las personas mayores son el grupo más afectado por COVID-19 tanto en morbilidad como en mortalidad. En el contexto de emergencia sanitaria, la discriminación por edad ha surgido como un posible generador de desigualdades sociales y sanitarias.
Vulneración de derechos humanos
En el mes de abril, la Plataforma Europea AGE alertó sobre la posible vulneración de los derechos humanos de las personas mayores. Según defiende esta plataforma, las personas mayores tienen derecho a intervenciones que les salven la vida y a recibir el más alto nivel posible de salud. La edad nunca puede ser un criterio para la clasificación médica y la toma de decisiones debe basarse en las necesidades médicas, la evidencia científica y los principios éticos.
En el momento álgido de la pandemia, los hospitales españoles se enfrentaron a la escasez de recursos, equipos y personal. En diferentes países europeos y regiones de España se emitieron pautas de actuación que no siempre han cumplido con los estándares éticos y científicos internacionales. Estas pautas han sido denunciadas por utilizar criterios discriminatorios como la edad o la discapacidad.
Devaluación social
Diferentes expertos han advertido de las negativas consecuencias que tiene la discriminación por edad a raíz de la epidemia de la COVID-19. Se han producido desde recuentos erróneos en el número de muertes de ancianos hasta la devaluación social de las personas mayores.
Si bien la pandemia ha llevado a los sistemas de salud al límite, planteando desafíos importantes como la asignación de recursos, es importante abordar estos retos evitando la discriminación injusta y basándose en el principio de equidad en la salud definido por la Organización Mundial de la Salud.
No obstante, bajo esta situación compleja y sin precedentes, también encontramos casos exitosos de atención sanitaria humanizada y equitativa hacia personas mayores infectadas por COVID-19 y sus familias. Estas experiencias positivas son recogidas en nuestro artículo científico, How Much Is One Life Worth? The Right to Equity Healthcare for Improving Older Patients’ Health Infected by COVID-19, seleccionado como portada del número de la revista Sustainability en el mes de septiembre.
El miedo de los pacientes mayores
La discriminación percibida aumenta el sentimiento de soledad y ansiedad entre los pacientes mayores y en sus familias. Puede tener consecuencias negativas, ya que algunos pacientes mayores esperan en casa hasta que se sienten peor y pueden recibir tratamiento médico con retraso. Por el contrario, escuchar las opiniones de las personas mayores, brindar información transparente y permanente hacia ellos y sus familias contribuye a la toma de decisiones informadas que repercute en una mejora en su salud.
Durante la emergencia sanitaria conocimos relatos de enfermeras que se desvivieron por los pacientes mayores afectados por COVID-19, afrontando dilemas importantes y desarrollando nuevas estrategias para brindarles la mejor atención sanitaria posible.
En estos casos, la individualización de la atención y el cuidado fortalecen la relación de confianza entre enfermeras y pacientes. Cuando la asistencia sanitaria prestada no pudo evitar que las personas mayores fallecieran por COVID-19, en muchos hospitales, a pesar de las estrictas medidas de seguridad, se idearon soluciones para que los familiares pudieran despedirse de sus seres queridos.
Evitar el aislamiento, fomentar la solidaridad
Estar hospitalizado en tiempos de COVID-19 no debería llevar al aislamiento social. Al contrario, en la investigación encontramos ejemplos exitosos de personal hospitalario que hizo un gran esfuerzo para que los pacientes mayores pudieran estar en contacto diario con sus familias y seres queridos, con resultados muy positivos para su recuperación y bienestar emocional.
Los mitos y estereotipos asociados a la vejez ocultan las valiosas contribuciones sociales que las personas mayores realizan cada día. En los hospitales, durante las semanas más críticas, algunos pacientes mayores ingresados por COVID-19 ayudaron a otros pacientes vulnerables que se encontraban en peores condiciones, incluso a otros más jóvenes. Lo hicieron desde la solidaridad y con altruismo.
El tipo de ayuda fue diverso, desde explicar cómo protegerse y no contagiar al personal sanitario, o dar información práctica sobre el hospital o noticias sobre el exterior, hasta incluso ayudarles a contactar con sus familiares.
También hubo expresiones de protección compasivas hacia los más débiles física o emocionalmente: Fernando, un paciente de 70 años con neumonía bilateral, pasó cuatro días en urgencias hasta ser trasladado a una habitación. Los primeros dos días y medio estuvo sentado en un sillón, con la ropa que traía de la calle. Los dos siguientes permaneció en una cama de la sala de urgencias, con otros veinte pacientes y un solo baño.
Al tercer día, en la misma sala de urgencias, se percató de que otro paciente en una cama cercana se estaba muriendo. Presenció cómo los médicos y enfermeras intentaban resucitarle discretamente. A pesar del momento tan complicado, Fernando mantuvo la calma y distrajo a otra mujer mayor dándole conversación para que no se enterara de lo que estaba sucediendo.
Un símbolo de esperanza
En uno de los pisos centrales de un hospital madrileño las enfermeras construyeron un mural gigante de corazones con los nombres de los pacientes que superaron COVID-19. Este mural es un gesto de homenaje y esperanza para la comunidad hospitalaria y para la sociedad.
En los momentos más críticos y aterradores de la pandemia, surgieron muchos ejemplos positivos y esperanzadores de solidaridad y cuidado hacia las personas mayores. Estas experiencias positivas nos enseñan que es posible combatir la pandemia y procurar la mejor atención sanitaria de equidad sin dejar a nadie atrás.
Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.
Fuente: The Conversation (Creative Commons)
Author: Diana Valero Errazu, Ayudante Doctor, Universidad Nebrija