Está aquí cerquita en el calendario, otra vez, como cada año, puntual, el 10 de mayo, el Día de las Madres. Como seres humanos hechos consumidores y no personas, de nueva cuenta nos vemos sometidos por el autoritarismo capitalista: “Mayo, mes de las madres”.
Y entonces, qué dudarlo, todo mundo se vuelca a las tiendas, con dinero o sin dinero, para comparar algo aunque sea vía endeudamiento y regalarlo a las mamás, a las madres, a nuestra progenitora.
El sentimentalismo nos pega durísimo. Tenemos que ser buenos hijos, asumirnos como tales y demostrarlo obsequiando lo que sea a nuestras madres.
Un 10 de mayo que, cierto, muchísimas mujeres madres lo esperan para tener un día, un miserable día que las reconforte un instante en medio de esta locura que significa vivir con apremios económicos, restringidas y reducidas a cumplir un rol social históricamente injusto, desequilibrado y poco amable.
En México esta es una realidad inobjetable. De la idea emancipadora de la mujer ejemplo, de la madre abnegada casi mártir, de la mamá heroica capaz de todo por sus hijos, hasta la ignominia y el silencio. Hoy ella ese ser insuperable e inmaculado, cada vez está más señalada por el infortunio de un presente y un destino complejo, difícil, hosco, violento, arrebatador hasta de sus entrañas.
En el México actual, ser padres, pero más ser madre, mamá sin hijos asesinados en cualquier calle o rumbo del país, es un acto inconmensurable. Hoy, la familia mexicana, aquella familia tradicional y convencional, es incapaz de mantenerse ajena a los sinsabores de una crisis que engloba lo económico, lo moral, lo ético, lo educativo, lo religioso, lo social.
La familia mexicana, si no está empobrecida, sí está neurótica, infeliz. Ya no es el núcleo ni el equilibrio de lo que presumía el gobierno. Su resquebrajamiento es tal que, contra lo que se diga y se presuma aún, vive una terrible soledad.
La familia, y obvio los hijos, viven en la ambigüedad, con disonancias. Los hijos, carentes de posibilidades reales, de darle rumbo a sus sueños y materializarlos, se ven obligados a realizar tareas, faenas riesgosas y quieren –empujados por este sistema caduco y necio- para sí todo el placer posible teniendo a la frustración ahí a un ladito.
Por eso, hoy, cuando desayunamos, comemos y cenamos historias reales de violencia e inseguridad, de hijos absorbidos por la tristeza y el abandono, la indiferencia y la esclavitud del consumismo, del tener para ser; de hijos delirantes, alterados por este sistema de malograda convivencia social, que primero produce individuos ansiosos de todo, que dicen que van a hacer todo y al final no hacen nada para, enfermos de coraje, rencor y resentimiento, estallan en forma violenta. Uno contra todos. Todos contra uno. Todos contra todos.
Así no hay ciudadanos, no hay personas. Hay familias que no son familias. Mujeres madre que no son tales. Padres sin familia. Jefes de familias inexistentes. Roles históricos de hombre y mujer, de papá y mamá, suspendidos por esta vorágine violenta y cruel perpetrada desde la perversidad del poder político y económico.
El gobierno de facto en México, el poder criminal, la mafia, los cárteles, los narcos, hoy, están exterminando a la familia. La necesidad del dinero, de sobrevivir, ha provocado que haya padres sin esposas y viceversa, padres sin hijos porque fueron asesinados, madres que pierden a unos y otros porque los criminales así lo decidieron.
La política partidista, los gobiernos pre y posrevolucionarios, los políticos corruptos, el sistema y modelo de desarrollo en México ha generado y generalizado la violencia que hoy se enseñorea a lo largo y ancho del país, fundamentalmente en el norte. Las desigualdades económicas, la ambición desmedida, la obsesión por el poder, el extravío de la conciencia social nos ha llevado, nos ha traído a este momento crucial, dramático, único de descomposición.
El tejido social está desfalleciente, de ahí su expresión violenta y agresividad irracional. Un problema que arrastra a la familia, al papá, a la mamá y a los hijos a una regresión en el que el individuo está contra el individuo y las instituciones contra la sociedad.
La muerte tiene permiso -en este país- de recorrer banquetas, calles, avenidas, bulevares, calzadas, carreteras, parques y paseos públicos. Y llega puntual a su cita en hombres-maridos y en niños-jóvenes-hijos víctimas de la falta de alternativas reales en un México anárquico y desordenado. Un Estado fallido enmascarado por la simulación.
Un México de madres sin hijos. De esposas sin esposos. Y de hijos sin padres porque el sistema los ha matado a través de sus engendros criminales. Está aquí el 10 de mayo. Una fecha que reflejará, quizá por vez primera, un dolor profundo, una tristeza del tamaño de la impotencia ante Dios y los poderes político y económico. Está aquí en el calendario, otra vez, como cada año, puntual, el 10 de mayo, el Día de las Madres… sin hijos.
Del poeta chiapaneco Jaime Sabines, dos fragmentos:
1. A media noche: “… Cada día, hijo mío, que se va para siempre, me deja preguntándome: si es huérfano el que pierde un padre, si es viudo el que ha perdido la esposa, ¿cómo se llama el que pierde un hijo?, ¿cómo, el que pierde el tiempo? Y si yo mismo soy el tiempo, ¿cómo he de llamarme, si me pierdo a mí mismo?”.
2. Sigue la muerte: “No digamos la palabra del canto, cantemos. Alrededor de los huesos, en los panteones, cantemos. Al lado de los agonizantes, de las parturientas, de los quebrados, de los trabajadores, cantemos. Bailemos, bebamos, violemos. Ronda del fuego, círculo de sombras, con los brazos en alto, que la muerte llega. Encerrados ahora en el ataúd del aire, hijos de la locura, caminemos en torno de los esqueletos. Es blanda y dulce como una cama con mujer. Lloremos. Cantemos: la muerte, la muerte, la muerte, hija de puta, viene”.
Juan Noé Fernández Andrade (1959. Córdoba, Veracruz, México). Estudió la Licenciatura en Periodismo en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García (México, DF). Cursó un par de seminarios en la Universidad Complutense y en el Instituto de Cooperaciòn Iberoamericana de Madrid. Ejerce el periodismo hace 32 años. Ha trabajado para diversos periódicos y comentado en noticiarios de radio. Fue correspondal de guerra en Nicaragua. Ha pariticipado en la fundaciòn de los periòdicos El Financiero, El Juglar y Entretodos, del que es director. Actualmente es columnista político y profesor universitario.
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