En estos días un número importante de analistas, historiadores y politólogos hacen balance de la presidencia de Trump. El controvertido presidente tampoco ha dejado indiferentes a los psicólogos y sociólogos, que han estudiado en más de 120 artículos el efecto de su candidatura, elección y sus cuatro años de presencia en la primera línea de la política mundial.
Para hacernos una idea rápida, solo sobre lo que compete a sus movimientos en redes sociales hay casi una treintena de estudios acerca del expresidente de Estados Unidos y sus comentarios en Twitter, que incluyen cómo estos afectan a la población.
Desde su llegada surgieron multitud de investigaciones, y no solo en su país, sino por todo el mundo. Una de ellas se realizó ya al comienzo del periodo de presidencia de Donald Trump y se centró en la famosa “depresión Trump” de 2016, que los medios de comunicación explicaban que padecían los demócratas ante el resultado de las elecciones.
Una depresión trumpista pasajera
Incluso hubo artículos que llegaron a afirmar que había un aumento de casos de miedo, ansiedad y depresión en la población que se estaba reflejando en el aumento de consultas de psicoterapia. Este estudio, llevado a cabo en la Universidad de Ben-Gurion del Negev (Israel), intentaba dilucidar si realmente el resultado de las elecciones en la población votante demócrata estaba generando una depresión real que se pudiera diagnosticar siguiendo los habituales criterios diagnósticos.
Este equipo de investigadores encontró que, si bien las personas de ideología liberal autoinformaban de “depresión” tras las elecciones, los datos empíricos sugerían que esta etiqueta no era clínicamente significativa ni tampoco una experiencia duradera.
Concretamente, en la primera parte del estudio se les preguntaba a los participantes por su identificación con un partido político y a quién habían votado; justo después debían indicar lo deprimidos y desesperados que se habían sentido desde un año antes de las elecciones, dos semanas antes y en los 8 meses posteriores a las elecciones.
Lógicamente, los demócratas informaron haberse sentido más deprimidos después de las elecciones, mientras que los republicanos expresaban lo contrario. Sin embargo, los investigadores pensaron que estos efectos podían verse influidos por el hecho de preguntar primero por su identificación política y su voto.
Este efecto, que se conoce como priming supraliminal, explica que la información que recibimos constantemente está activando nódulos en nuestra información almacenada, tanto sobre ella como sobre todos los conceptos o ideas que tengamos asociados a ella.
Así, cuando preguntamos por un tema como la elección de presidente, se estaría activando toda la información que tenemos almacenada sobre los candidatos o la política, experiencias previas de política, o incluso lo que piensan sobre este tema nuestros familiares y conocidos.
Y toda esta información, al estar activada, estaría influyendo en la interpretación que hacemos de la siguiente información. Para evitar este efecto y ver si realmente los votantes demócratas habían tenido una depresión, preguntaron a un nuevo grupo de participantes sobre cómo se habían sentido en esos mismos periodos de tiempo, pero sin ninguna referencia acerca de las elecciones. Esta vez encontraron que no existía ese aumento de la depresión postelectoral en los demócratas.
Sin embargo, el equipo de investigadores israelí no se conformó con esta comprobación y fue aún más lejos, analizando el lenguaje de las redes sociales para observar si existía o no depresión en la población demócrata con participación en Twitter.
Revisaron las respuestas de más de 10 millones de tweets publicados entre octubre y noviembre de 2016 mediante un algoritmo de aprendizaje automático que seleccionaba vocabulario y estructuras gramaticales propias de la depresión. Los resultados mostraron que, si bien es cierto que había un efecto depresivo en los primeros días, hacia mitad de noviembre se diluía, volviendo el estado de ánimo al mismo punto en el que estaba antes de las elecciones.
Para confirmar aún más sus resultados, este equipo incluso analizó si había aumentado la compra de fármacos antidepresivos antes y después de las elecciones, con resultados negativos.
De esta manera, concluyeron que los sentimientos de depresión o desesperación de las personas en temas tan concretos como la política se activan cuando hablamos o nos exponemos de cualquier manera a esta información, y que, mientras que no lo hagamos, basamos nuestro estado de ánimo en la experiencia concreta que tengamos disponible en ese momento.
Los valores personales de sus seguidores
Otro trabajo de la Universidad Tecnológica de Texas fue un poco más atrás en el tiempo y se dedicó a analizar cómo había sido posible que Trump llegara a ser presidente cuando prácticamente ningún analista político había anticipado su victoria.
Concretamente, se centró en analizar los valores personales de los seguidores de Trump y observaron que mostraban un perfil de bajo altruismo, gran apoyo al valor del Poder (entendido como estar al cargo, competir y ganar), del Comercio (definido como el deseo de hacer dinero y llegar a ser rico) y de la Tradición (conceptualizado como el deseo de que exista consistencia, conformidad y estructura).
Puesto que una de las teorías clásicas en Psicología Social es la hipótesis de la semejanza-atracción de Byrne, que explica que las personas solemos sentirnos atraídas en nuestras relaciones de amistad o amor por otras con actitudes semejantes a nosotros, era bastante predecible que los participantes en el estudio con valores similares a los de Trump fueran más propensas a apoyar su candidatura. Pero, lo más curioso fue que estos valores resultaron incluso más importantes para predecir el voto que la ideología política y la afiliación al partido.
Estudios sobre la inmigración
La política de inmigración ha sido otro tema clave y polémico en el mandato del presidente y, como no podía ser de otro modo, un importante número de estudios se han centrado en estudiar cómo Trump ha influido en las actitudes sobre la inmigración. Concretamente, un grupo de investigadores de la Universidad de Texas se centraron en analizar si la ideología y la educación, bien conservadoras o bien liberales, podían predecir las actitudes hacia los inmigrantes.
Los resultados encontraron que el nivel de educación interaccionaba con la ideología política, de manera que los republicanos con un alto nivel de educación tenían creencias más negativas sobre los inmigrantes que los liberales con alto nivel de educación, e incluso que los republicanos con un nivel de educación medio o bajo. Por supuesto, también encontraron que los partidarios de Trump mostraban actitudes (creencias, emociones negativas y conducta discriminatoria) más negativas hacia la inmigración; sin embargo, Trump no era la causa de la aparición de estas actitudes sino el catalizador que las revelaba.
Otro estudio de la Universidad de Búfalo también estudió los efectos de Twitter en las actitudes hacia Donald Trump, aunque en este caso se centraron en el impacto de la interacción propia con Trump en Twitter.
El lenguaje de Trump
También hay estudios que hablan del lenguaje, tanto analizando la estructura lingüística usada por el presidente, como analizando cómo pueden modificarse las actitudes de la población a través del lenguaje.
En cuanto al primer tipo de investigaciones se estudia, por ejemplo, la ausencia de pensamiento analítico de Trump, que los autores llaman “la excepción a la regla” de los presidentes y explican que la “anomalía de que Trump haya llegado a ser presidente forma parte de un patrón de elección presidencial de largo desarrollo en EE. UU.”.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Granada analizó tanto su lenguaje como otros patrones conductuales para establecer vínculos con el Trastorno Narcisista de la Personalidad según los criterios del DSM5.
En un segundo grupo de estudios, investigadores de las Universidades de Arizona y Misisipi se centraron en qué ocurría en las actitudes hacia el presidente cuando se discutía en un grupo determinado sobre los temas más litigados en su periodo de mandato (inmigración ilegal, cuerpo militar, mujeres, etc.). Observaron que las personas mostraban actitudes compatibles con un fenómeno llamado polarización grupal, que consiste en que tras la discusión aún extremaban más sus posturas iniciales cambiando la propia estructura del lenguaje asociada.
En definitiva, a pesar de que a algunas personas (o a muchas) no les guste Trump, es innegable que hemos de agradecerle el avance de la Ciencia aunque sea para poder explicar lo que ha ocurrido bajo su mandato.
Beatriz Montes Berges ne travaille pas, ne conseille pas, ne possède pas de parts, ne reçoit pas de fonds d’une organisation qui pourrait tirer profit de cet article, et n’a déclaré aucune autre affiliation que son organisme de recherche.
Fuente: The Conversation (Creative Commons)
Author: Beatriz Montes Berges, Profesora Titular de Psicología Social, Universidad de Jaén