Estamos viviendo situaciones abrumadoras. El que un Papa renuncie trae muchas sorpresas y aun cuando se sabía que su pontificado sería corto, ilusoriamente se llegó a pensar que no sería tan efímero.
Fueron circunstancias propias de su edad, la presión para confrontar fenómenos como el escándalo de Vatileaks, los constantes desafíos entre la corriente liberal y el ala conservadora –entre otras tantas vicisitudes– las que obligaron al Jefe del Estado Vaticano a optar por el retiro.
En estos días ciento quince cardenales elegirán al sucesor de Joseph Ratzinger y aunque el poder de Benedicto XVI es un tanto débil, es notorio que su figura logrará incidir en la decisión que tomen los participantes del cónclave.
El tema es sumamente serio más allá de la coyuntura, los musulmanes vienen ganando terreno y el panorama para la iglesia católica es un tanto adverso teniendo en cuenta que hay asignaturas pendientes.
La salida del papa elegido en 2005 tras el deceso de Juan Pablo II deja una mala impresión. El catolicismo está en crisis y se encuentra mermado no solamente por los escándalos sino por el éxodo de feligreses. Con su retiro, lo que hace Joseph Ratzinger es reconocer que no ha podido contener la realidad y que la debilidad que le acompaña le impidió profundizar en su accionar.
Esta situación destapa pugnas por el poder y significan un golpe a una estructura de poder que hoy camina sin control. Desde 2005 y hasta el último día de su trayectoria al frente de la iglesia católica, el papa desperdició la oportunidad de crear vínculos sólidos con los judíos, de crear sinergia para ayudar a poblaciones menos favorecidas y de poner frenos a la pederastia clerical.
Hoy hay que hacer un balance crítico. A la iglesia católica le tomará mucho tiempo recuperar los espacios perdidos, no puede postergar, evadir u omitir las responsabilidades que le tocan. Se deben hacer a un lado el encubrimiento y la secrecía.
Renuncia Benedicto XVI pero ¿Qué viene a continuación? ¿Qué se puede esperar en un contexto en el que la liberación de información y las revelaciones están a la orden del día? La respuesta es un tanto incierta, la iglesia tiene que asimilar lo que le está pasando. Tal vez vendrá un papa más abierto, tal vez no, pero quien sea elegido como nuevo papa deberá dar solución a estos temas, tendrá que hacer una “operación cicatriz” y así neutralizar a un aparato como la curia romana que internamente tendría más poder que el mismo papa.