No existe la libertad, sino la búsqueda de la libertad, y esa búsqueda es la que nos hace libres.
Carlos Fuentes
Quizás el tiempo ha hecho de la condición humana una enorme interrogante que lleva consigo una serie de respuestas a medias, con verdades inconclusas y supuestos que no hacen más que dar a conocer la fragilidad de una sociedad que poco a poco se desmorona como un terrón de azúcar sobre el pavimento.
Los paradigmas establecidos empiezan a revelar las pequeñas fracturas que tarde o temprano terminara por demolerlos, ladrillo por ladrillo e idea por idea.
De esta manera el individuo oprimido, comienza a poner en tela de juicio todo aquello por lo que ha estado sujeto y esclavizado, haciendo de su libre albedrio un ingenuo chiste a manos del irónico destino.
Hoy en día en que las libertades se ven sumamente suprimidas por una serie de reglas aparentemente éticas y condicionadas por leyes que parecieran escaparse de la caja de pandora, la búsqueda por entender, esclarecer y solucionar la problemática social, parece intensificarse de forma devastadora, pese a los organismos de opresión que no hacen más que evidenciar la tempestad en la que estamos.
Es triste saber que nuestra libertad de expresión se ve limitada por una simple y sencilla opinión en nuestro muro del Facebook, tal pareciera que solo por los medios masivos del bienaventurado internet, pudiéramos externar de manera civilizada o poco demagógica nuestros pensamientos y puntos de vista sobre este país, que se regodea entre la violencia y el miedo.
Hace poco fuimos testigos de lo que para los ojos de muchos fue solo una demostración mas de injusticia y de arbitrariedad de poder, en donde la periodista Carmen Aristegui se vio afectada de manera pública, perdiendo de esta manera su trabajo en una conocida radio difusora y dejando en un dilema la ética de los medios de comunicación en el país.
¿Qué podemos esperar no solo del gobierno, sino de nosotros mismos en este presente que parece desbordarse por las ventanas rotas de la esperanza?.., quizás nada, quizás poco o tal vez solo podemos hacer eso: Esperar, así como personajes de Becket en la inmensidad de la nada.
Culpables, pueden que existan muchos y de todo tipo, reales, ficticios, voluntarios e involuntarios, históricos e intrascendentes, de corbata o con pasamontañas, de izquierda o de derecha, etc., etc., etc. Toda una amalgama de seres que por diferentes causas han afectado la historia de este país para bien, para mal o para ambos lados.
Pero en realidad, si se buscan los verdaderos responsables solo tenemos que mirar al espejo. Víctimas y victimarios de nuestra propia acción e inacción.
Dicen por ahí que los momentos más importantes en la vida son los momentos de ruptura, y es precisamente en donde estamos; en la ruptura total, en la pendiente donde se separan las utopías y las realidades no gratas. Estamos ahí observando con mirada de impotencia, todo cuando sucede a nuestro alrededor.
La libertad, nuestra libertad presa de la vorágine de las decisiones.
Y de nuevo otra pregunta ¿Qué hacer? ¿Qué podemos hacer Ante este mundo que parece ser engullido por las fauces de la apatía, donde es más importante mirar un partido de futbol, un show barato de chismes o una novela de repetitivo discurso, que leer un libro, un diario, que tomar conciencia de la inestabilidad, que hacer valer el derecho a la educación, a un seguro medico digno, o simplemente como antes hemos señalado, a expresarnos de manera libre y sin restricciones?
Somos un país de olvido, un país en donde la memoria nos traiciona, huyendo por alguna pendiente o escurriéndose por la alcantarilla, pareciera que nuestros recuerdos nada tienen que ver con el presente, como si el pasado no nos hubiera mostrado o enseñado algo.
Quizás preferimos olvidar, a si como quizás se olvide el atropello hacia Carmen Aristegui.
Probablemente muchos piensen que eso sea lo mejor.