La Constitución Española, la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea y la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas amparan la libertad de culto.
Sin embargo, siguen produciéndose crímenes a manos de individuos o grupos radicales que justifican sus acciones por una supuesta falta de respeto hacia la religión que dicen profesar. Este ha sido el trasfondo, por ejemplo, de los atentados de 2011 en Noruega, la matanza de Christchurch en 2019, los ataques terroristas en Niza o, más recientemente, el asesinato de Samuel Paty, el profesor francés decapitado por haber mostrado a sus alumnos, con el propósito de debatir en clase acerca de la libertad de expresión, las caricaturas que la revista Charlie Hebdo hizo de Mahoma.
La complejidad del tema de la libertad de expresión religiosa ha motivado que sea objeto de análisis desde muy diversas perspectivas. Filósofos y teólogos han reflexionado al respecto desde posturas laicas, religiosas y ateas. Incluso la neurociencia ha intentado explicar los patrones de conducta de creyentes y ateos.
La libertad de expresión religiosa en la Antigüedad
Como suele ocurrir cuando surge un debate de esta naturaleza, se buscan paralelos históricos en el mundo antiguo que ayuden a encontrar nuevos enfoques. La libertad de expresión religiosa en las antiguas culturas politeístas debe ser contextualizada en el marco de sociedades como la griega y la romana, cuya concepción de la religión se caracterizaba por su capacidad de asimilación de divinidades procedentes de otros panteones.
Este rasgo generó una religión flexible y sin dogmas, pero con un fuerte componente cívico: un pilar en la organización y estructuración de la sociedad. Así, festivales religiosos como la Antesforia o las Cerealias no sólo conmemoraban los cambios del ciclo vital de la naturaleza, sino que también marcaban el ritmo de la vida social.
Delitos de impiedad
El marcado carácter cívico de la religión en Grecia y en Roma propició que se activaran mecanismos legales específicos. Por ejemplo, podían producirse acusaciones de delitos de impiedad cuando se percibía que la capacidad de la religión como elemento cohesionador de la sociedad era amenazada por alguna opinión o movimiento disruptivo.
Un claro ejemplo se encuentra en la Apología de Sócrates de Platón, en la que el filósofo relata que uno de los cargos que se imputaron contra su maestro Sócrates fue el de introducir nuevas divinidades cuyo culto induciría a los jóvenes atenienses a un cambio en sus hábitos y valores.
La cristianización del Imperio Romano
“Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”, reza el Evangelio de Mateo. Esta proclama de la división de las esferas cívica y religiosa complicó la aceptación del cristianismo en un marco tan religiosamente poroso como era el Imperio Romano. Era un marco que no permitía disociar lo cívico, lo político y lo religioso. Paradójicamente, tras la promulgación de varios edictos de tolerancia religiosa a comienzos del siglo IV, que permitían a los cristianos practicar su fe, se polarizaron aún más las posturas religiosas.
Un ejemplo de ello es el “edicto de los profesores” que promovió en el año 362 d.C. Juliano, el último emperador pagano. En sus intentos por revertir el proceso de cristianización del Imperio, Juliano trató de prohibir que los profesores cristianos enseñaran los textos de autores como Homero, Platón o Demóstenes.
Su argumentación se fundamentaba en la contradicción que suponía que autores paganos fueran enseñados por profesores cristianos. “Si entienden que se han equivocado en relación a los más honrados”, reprochaba el propio Juliano a aquellos profesores en una carta (Ep. 61c), “que se marchen a las iglesias de los galileos para interpretar a Mateo y Lucas”.
Esta maniobra política perseguía controlar el sesgo religioso del sistema educativo, que estaba formando a las nuevas generaciones de un Imperio Romano cada vez más cristianizado.
El edicto fue derogado tras morir Juliano en el 363, por lo que apenas tuvo consecuencias. Con todo, el historiador de la Iglesia Sócrates Escolástico nos informa de la iniciativa de los Apolinares, un padre y un hijo del mismo nombre, que reaccionaron creando un currículum escolar con contenidos enteramente cristianos. Aunque la historiografía contemporánea duda de la veracidad del proyecto de los Apolinares, la información que recoge Sócrates refleja las tensiones por controlar el espacio educativo en un periodo de grandes cambios ideológicos.
El caso de Hipatia de Alejandría
Mucho más cruento es el episodio que acabó con la vida de la filósofa Hipatia de Alejandría, como consecuencia de las disputas religiosas del periodo tardo-antiguo. Alejandría era una metrópolis en la que los distintos credos cristianos luchaban entre sí, al tiempo que mantenían hostilidades abiertas con judíos y paganos.
Aunque no se conserva ninguna de sus obras, sabemos por numerosas fuentes que Hipatia fue una erudita en disciplinas como matemáticas, astronomía y filosofía. Fue asesinada en el 414 y, según algunas fuentes, su cadáver fue desmembrado y quemado. Hay consenso casi absoluto al atribuir el asesinato a los parabolanos radicalizados al servicio del obispo Cirilo, enemistado con Orestes, prefecto de la ciudad e íntimo amigo de Hipatia.
La amistad de Hipatia y Orestes fue interpretada como una injerencia de la filósofa en las complejas querellas políticas y teológicas que agrietaron el cristianismo durante los siglos IV-V.
Nada nuevo bajo el sol
Desafortunadamente, en el ámbito de la intolerancia religiosa se puede aplicar el famoso pasaje del Eclesiastés “nihil novum sub sole” (“nada nuevo bajo el sol”). Como afirma la historiadora Mary Beard, no son tantas las enseñanzas ejemplarizantes que se pueden extraer del mundo antiguo.
Sin llegar a las dimensiones de los atentados vividos en las últimas décadas, la intolerancia religiosa fue un fenómeno también presente en la Antigüedad, a pesar del carácter flexible y politeísta de la religión en el mundo antiguo. Con todo, sondear episodios violentos de coacción religiosa en aquel periodo puede servirnos como espejo en el que observarnos para que cada cual actúe respetuosamente según sus creencias.
Alberto J. Quiroga Puertas no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
Fuente: The Conversation (Creative Commons)
Author: Alberto J. Quiroga Puertas, Profesor Titular del Departamento de Filología Griega y Filología Eslava, Universidad de Granada