Cada fin de año una noticia lingüística se cuela en los medios. La Fundéu (Fundación del español urgente) otorga el reconocimiento de “palabra del año” a un vocablo que, a su modo de ver, ha alcanzado especial relevancia en el ciclo que termina. En cuanto se hace pública la lista de finalistas para cada año, comienzan las apuestas. Este año 2020 han sido coronavirus, infodemia o confinamiento, entre otras.
Según reconoce Javier Lascuráin, coordinador de la Fundéu, el objetivo de esta elección es, precisamente, promover la reflexión sobre las palabras que usamos y cómo las usamos. Y vaya si lo consigue. Al menos, a juzgar por la intensidad de las polémicas que levantan sus decisiones.
La del 2019 fue especialmente controvertida. Frente a un selecto elenco de competidores, contra todo pronóstico, el 29 de diciembre de 2019 el término emoji se proclamó palabra del año.
Los perfiles de Twitter se llenaron de colores, de encuestas para determinar los emojis favoritos de la audiencia y de manifestaciones de alegría. Voces optimistas celebraban el soplo de aire fresco que traía la elección. Destacaban la dimensión universal de estas unidades y su carácter inclusivo.
Emojis e ideología lingüística popular
Sin embargo, pronto se perfilaron dos puntos de vistas antagónicos: junto a quienes mostraban su fascinación por estos pequeños pictogramas se alzaba la opinión de quienes los rechazaban por considerarlos responsables de una supuesta decadencia de la lengua.
¿Pero en qué estará pensando la Fundéu? –argumentaban–; ¡los emojis ni siquiera son palabras, aún peor, vienen a reemplazarlas! Y por si esta no fuera suficiente humillación: emoji es además un extranjerismo. ¿Es que no tenemos palabras en español para tener que sucumbir a este extraño japonesismo? En este tono se lamentaban muchos tuiteros.
Y como la lengua es uno de esos pocos lugares en los que la novedad entraña desconfianza, entraron también en escena los nostálgicos:
Qué es la ‘ideología lingüística’
Ninguna de estas opiniones debiera extrañarnos. En la ideología lingüística popular los emojis se consideran un epítome de la comunicación digital, porque en ellos confluyen muchas de las representaciones que se han ido construyendo en torno al tema: la predominancia de lo visual frente a lo verbal, en detrimento de la riqueza léxica; la simplificación de la estructura gramatical o la merma de los recursos expresivos en interacciones emocionalmente simplificadas.
La lengua del discurso digital es fuente constante de controversia y crítica y, por lo tanto, un espacio privilegiado para la observación de los prejuicios lingüísticos. Hay que ser muy valiente para meterse en ese jardín.
¿Progreso o decadencia?
En la página web de la Fundéu, Javier Lascuráin, justificaba la decisión por la constatación de que los emoticonos y sus sucesivas evoluciones (emojis, memojis, animojis…) han llegado a nuestra comunicación diaria para quedarse y, en buena medida, para transformarla.
También estos argumentos fueron rebatidos. Algunas voces recordaban que el empleo de recursos pictográficos es muy antiguo y que la creación de signos de puntuación expresiva ya fue reclamada por Vladimir Nabokov en 1969. Otros aprovecharon la oportunidad para llamar carcas a los detractores y felicitar a la Fundéu: el debate sobre los emojis trajo a primera línea de batalla la discusión sobre si el cambio lingüístico es progreso o decadencia.
Curiosamente, las críticas más enfurecidas vinieron de los más “modernos”, que se dedicaron a ridiculizar la elección por considerar que llegaba tarde, demasiado tarde:
Para ellos, los emojis no vinieron para quedarse. De hecho, ya se fueron y otros recursos gráficos, como los stickers, llenan ahora su vacío. Sus palabras dejaban entrever una opinión: si alguien continuaba usándolos serían esos señores de la RAE y la Fundéu, el establishment del español.
La escritura digital
Y no iban del todo desencaminados. En los últimos años los emojis han atraído la atención tanto de investigadores universitarios como de otros profesionales del idioma. De hecho, ya en 2015 el Oxford English Dictionary eligió como palabra del año el emoji de la risa.
Con estos antecedentes no es de extrañar que en la última edición del Libro de estilo de la lengua española según la norma panhispánica (RAE-ASALE, 2018), se dediquen más de cuarenta páginas a la escritura digital y que, de ellas, tres se ocupen de los “iconos, emoticonos y emojis”.
Los emojis han pasado de la clandestinidad de los teléfonos a las gramáticas. Y eso, obviamente, no es fácil de digerir. Cada vez que, desde la cuenta de la Academia de la Lengua Española @RAEinforma, se contesta a alguna duda sobre, por ejemplo, cómo puntuar los enunciados que los contienen, se alza alguna voz que cuestiona la legitimidad que la autoridad académica tiene en estos temas:
Los emojis y las emociones
A pesar de que con su designación la Fundéu quiso subrayar la importancia de los emojis en la expresión de las emociones, algunos tuiteros no pudieron despojarse de otro arraigado prejuicio: el carácter frívolo y poco comprometido de la lengua en las redes sociales; y, más allá de las razones lingüísticas, apelaban a cuestiones éticas:
¡Menudos golpes de efecto da el destino! El extraño devenir de los acontecimientos del año 2020, con la pandemia de fondo, terminaría poniendo en valor esta función emocional de los emojis y callando a los que dudaban de su importancia.
Por qué emoji sí fue la palabra de 2020
Ni la Fundéu ni ninguno de los tuiteros que la cuestionaron pudieron siquiera imaginar lo oportuna que sería su elección y que el 2020 se convertiría todavía más en el año del emoji: del emoji del beso pada dar las buenas noches a nuestros seres queridos😘, del emoji del bíceps flexionado para mandar fuerza a los sanitarios, del emoji de la corona 👑 y del bicho para reírnos del enemigo, del emoji del jabón y de las manos 🤚🤚 para cuidarnos y, sobre todo, del recién estrenado emoji con mascarilla 😷, que esperemos no haya venido para quedarse. En el año de la distancia social, los emojis han llenado de color nuestro acercamiento digital.
En cualquier caso, antes de que nos estemos tomando las uvas, otra palabra tomará el testigo y se colocará en el centro del debate lingüístico. Por eso, para quienes nos dedicamos al estudio de la lengua en la comunicación digital, merece la pena apurar los últimos días del reinado del emoji.
Cristina Vela Delfa no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
Fuente: The Conversation (Creative Commons)
Author: Cristina Vela Delfa, Profesora del Departamento de Lengua Española en la Facultad de Ciencias Sociales, Jurídicas y de la Comunicación, Universidad de Valladolid