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Psicología y COVID-19: ¿qué hemos aprendido de la primera ola?

Shutterstock / Maridav

Los síntomas más habituales de la COVID-19 son la fiebre, la tos seca y el cansancio. Otros síntomas menos frecuentes que afectan a algunos pacientes son los dolores y molestias, la congestión nasal, el dolor de cabeza, la conjuntivitis, el dolor de garganta, la diarrea, la pérdida del gusto o el olfato y las erupciones cutáneas o cambios de color en los dedos de las manos o los pies.

Estos síntomas físicos parecen ser los predominantes, pero no son las únicas consecuencias que caben esperar. En mi reciente libro analizo los aspectos psicológicos de la COVID-19.

Los coronavirus han hecho estragos en la salud con anterioridad. Sucedió en los brotes provocados por el SARS-CoV surgido en China en el 2003, y también con el MERS-CoV aparecido en Arabia Saudita en el 2012.

Si analizamos las consecuencias psicológicas observadas en los brotes de coronavirus anteriores, ¿qué previsiones podemos hacer para la COVID-19?

En el caso del SARS se observó un incremento de casos de depresión y de estrés postraumático entre la población confinada en sus domicilios frente a la que no tuvo que pasar por dicho encierro.

En Italia, una encuesta realizada a 6 700 personas ha permitido conocer el impacto del confinamiento en la salud mental. Sus resultados mostraron un incremento en los niveles de depresión, sobre todo entre mujeres, jóvenes, personas de bajos recursos y con trabajos no estables. Los más afectados fueron aquellos que vivían solos, los que no pudieron abandonar su domicilio para ir a trabajar y los que tuvieron algún caso de COVID-19 entre sus familiares. Otras investigaciones llevadas a cabo en el mismo país han reportado síntomas de ansiedad y problemas del sueño.

En el caso del personal sanitario la incidencia es mayor que en la población general, sobre todo entre aquellos que han estado expuestos a pacientes con COVID-19, según datos de nuevo italianos. Las mujeres sin relaciones estables son las más afectadas por depresión y estrés postraumático.

Por lo anterior, cabe concluir que la población sometida a altos niveles de estrés, dada la situación de incertidumbre sobre la nueva enfermedad y su velocidad de contagio, ha sufrido importantes consecuencias.

La siguiente pandemia a mitigar

Los efectos de la pandemia de coronavirus sobre la salud mental es un aspecto que actualmente los profesionales intentan mitigar. Sin embargo, en algunos casos se han visto desbordados por la cantidad de pacientes que requieren de sus servicios.

La primera ola ha servido para poner en evidencia las debilidades sociales respecto a la protección de la salud mental. Sobre todo entre la población más vulnerable, como han sido las mujeres, especialmente las que viven solas o no tienen una relación estable.

Tampoco pueden olvidarse las consecuencias a largo plazo de la depresión. Investigadores británicos llevaron a cabo un estudio con 1 413 participantes que habían sufrido depresión, y vieron que los hombres tendían a vivir menos debido a problemas asociados al corazón. Esta relación solo se produce en el caso de la depresión endógena, es decir, la producida por causas externas, como en la situación de confinamiento.

Si bien cabe esperar que a medida que pasen los años las consecuencias de la COVID-19 en la salud mental se diluyan, otras podrían permanecer durante mucho tiempo.

The Conversation

Juan Moisés de la Serna no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

Fuente: The Conversation (Creative Commons)
Author: Juan Moisés de la Serna, Professor in Psychology and Neuroscience, Universidad Internacional de Valencia